miércoles, 18 de marzo de 2009

Llevo días educando a pequeños y negros proyectos de sapos, que viven en el triangular tanque de bloques y cemento que está en la esquina izquierda del fondo del baño.

No los educo para que cierren los ojos mientras me baño desnudo en un lugar de puerta insegura, sostenida únicamente por un remiendo de alambres que la sujetan en la esquina superior derecha, motivo por el cual hay que colgar la toalla en la otra esquina y apoyarla contra la pared de una forma no convencional, para lograr cubrir los espacios que la puerta por su condición no alcanza a cubrir.

Los educo para que cuando yo entre a bañarme naden hacia el fondo de la alberca y no se cuelen en la tacita blanca de plástico, con la cual cojo el agua para bañarme. Siempre me baño antes que llegue el medio día, y debido a que siempre procuro tenerla a ella en mi cabeza, los espacios dentro de ese estrecho baño de paredes de un metro por ambas partes y dos de alto con techo de zinc, son espacios en donde me desprendo de la realidad.

Hay días en los que además de la tacita blanca hay una oscura totuma, que ya no es la sombra del completo recipiente que fue. La dejo flotando constantemente sobre el agua, como una barca de muerte que les recuerda a los renacuajos que pueden salir de la alberca debido a su imprudencia, hacia un ambiente desconocido que sólo yo y los desafortunados que se cuelan en la tacita conocemos.

Para ellos debe ser comparable con nuestra propia ignorancia de lo que nos espera cuando nuestro cerebro deja de funcionar. Me imagino que tendrán teorías convertidas en actos de fe acerca de lo que sucede después que el “Gran Ser de la Tacita Blanca” los eleva por encima de la alberca en la que viven.

Lo que ignoran es que no hay nada de místico en eso, ni los que se van son elegidos o especiales. Lo que ignoran es que los arrojo al suelo y mientras el agua se filtra por una gran grieta que hay en el suelo del baño, ellos se quedan ahí moviéndose hasta que el agua que los protegía se escurre, por lo que comienzan a morir lentamente.

¿Qué les pasa después? Eso también me lo pregunto.

Hay otros que junto con la corriente de agua se van por el desagüe principal que bota al patio, en dónde hay gallinas que el verlos se dan un festín con ellos.

Uno día uno de esos renacuajos colados daba vueltas en la taza blanca, después de verlo desesperado decidí devolverlo a la alberca, para que le contara a los otros como él, como es parte del “trance”.

Tiempo después me tomé el trabajo de dejar dos de ellos el suficiente tiempo por fuera del agua para evitar que murieran. Me enjaboné todo el cuerpo, luego pasé un cepillo por las diez uñas de los pies; me enjuagué la espuma y apliqué astringente en mi adolescente rostro; después de retirar todo lo que me había echado en el cuerpo, devolví a los pequeños animalitos a la alberca, para que fueran transmisores del mensaje de supervivencia, profetas en su tierra.

lunes, 9 de marzo de 2009

Estoy en la puerta de mi vida y ahora decidirme a entrar o salir no es tan fácil como lo fue hace algunos años, cuando creía en el altruismo de las personas que se fundían en el mundo en el nombre del amor.
Sentado en esta cama doble me doy cuenta que ahora es demasiado pequeña, y que cada vez se encoje más en cuanto más crece el deseo de no querer ni acercármele a la que una vez amé.
Siempre fui paciente, traté de serlo toda la vida, era un convencido de la fuerza de la no violencia y creía en ella como la única forma de lograr la convivencia pacífica, pero este fue mi defecto, porque ella no lo concibió así. Mientras yo soportaba en silencio para no herirla, para evitar pelear, porque había cosas más importantes en la vida, ella aprovechaba cada oportunidad para fulminarme y restregar en mi autoestima cualquier cosa que le molestara de mí.
Era caótica, no podía vivir consigo misma, el simple echo de que aumentara o disminuyera la velocidad del viento era un motivo para que se le amargar el rato o los ratos, porque a cada momento sufría cambios de ánimo, por lo que opté por hablar cada vez menos para así evitar discusiones campales que nunca conducían a nada, porque nada de lo que yo le quería dar a entender lo entendía, cada palabra, cada sonido emitido por mi boca se transformaba velozmente en las intenciones ocultas que su entender prefería.
Cómo me daba rabia que tergiversara mis palabras y le pusiera falsas intenciones a lo que yo decía, pero en vez de violentarme me tornaba como un padre afectuoso o un profesor de preescolar, le explicaba dulcemente que eso no era así, que no tenía intención de herirla, que detrás de mis palabras no se escondían secretas intenciones como ella pretendía, que nosotros los hombres somos simples y directos y que eso de la intriga no iba conmigo, puesto que lo único que pretendía era vivir en paz.
Ahora estoy en el viejo banco de madera en el que solía acumular los libros que me faltaban por leer, tratando de organizar las ideas para no errar en mis decisiones. Hay actos ya realizados que ni con capas de pintura negra se podrían cubrir, estoy enredado en cruces de caminos en donde echar hacia atrás es tan factible como detener el tiempo. Además el amor ya está muerto, muerto.
La ansiedad está comiendo poco a poco lo que aún queda de mi cordura. Siempre me ha atemorizado equivocarme en mis decisiones, y ahora más que nunca necesito la claridad suficiente para ver las consecuencias de mis actos, aunque sinceramente ya no me importa que hecatombe pueda desencadenar.
Otra de las cosas que dinamitaron mi idealismo fue su ciego egoísmo, su pensar que todo lo podía con la plata y esto lo saldaba todo; yo en cambio no me aferraba a esto me preocupaba más ser feliz y me esforzaba porque ella entendiera que la vida era mucho más simple de lo que pensaba y que lo más importante era la realización personal, el desarrollo del individuo, pero sólo le importaba lo que pudiera afectar sus intereses y en esta medida daba su aceptación o su negación, como lo era la mayoría de las veces.
Nunca me entendió, no me comprendió, ahora me siento como un desdichado adolescente diciendo esto. Pasé cada segundo de mi vida hablando del mejoramiento del ser humano en su comportamiento y convivencia, en la necesidad de evolucionar hacia una sociedad libre de ataduras como motor principal en la búsqueda de la felicidad; en la necesidad de corregir los errores en nuestro comportamiento para no seguir metiendo los pies en el mismo charco de inmundicia en el que continuamente andamos; ante esto ella sólo me reprochaba que yo intentara siempre hacer las cosas bien o encontrara la forma correcta de las cosas. A mí en cambio me dolía en mi alma, si es verdad que ella existe, que no le interesara ser mejor persona y que se resistiera al cambio por la simple pereza de esforzar su cerebro a hacerlo o porque como siempre decía: “yo soy así y no voy a cambiar”.
Cuando percibía en la mujer que amé actitudes negativas hacia ella misma y hacia un mejor ser, cuando la escuchaba decir que ella no iba a cambiar, cuando sus reproches se basaban en cosas pasadas superadas y que ella no tienen lugar ni existencia, yo sentía como si me propinara un tiro en medio de mis ojos.
Este último pensamiento materializó imágenes en mi cabeza y retumba en mis oídos la voz del poeta maldito gritando: “deseo, angustia, sangre y desamor”. Lo que más me duele, no se si en mi ego o en la decepción, es que muchas personas que revoleteaban a mi alrededor entendieran el objetivo de ser mejores y que en ella eso se convirtiera en rabia porque no podía soportar que le dijeran que estaba equivocada y este era su mayor egoísmo, era ciega para reconocer sus errores, sorda e irreflexiva ante los consejos o sugerencias y testaruda al negarse a cambiar o simplemente a decidir ser mejor, no le importaba que yo tuviera que convivir con su imposible convivencia, pero si me saltaba al cuello cuando era yo quien cometía un error que a ella específicamente le molestara.
Era egoísta porque pretendía que se le aceptara y se le soportara su complicada forma de ser, mientras lapidaba a cualquiera que actuara de forma contraria a lo que ella convenía.
Aparto la idea del arma que guardo en el segundo cajón de mi mesa de noche, en este cuarto tengo todo lo que construí y me construyó, y me dolería que se conservara en unas manos que nunca entendió nada ni valoró la importancia de esto en un mejor vivir. Que estuviera en poder de una persona a la que lo único que le interesaba era lo que deambulara a su alrededor; una persona que siempre creyó que todo tenía un trasfondo de maldad y que nadie podría hacer algo realmente de corazón por otra persona; una mujer para la que no existió nunca los actos de corazón noble, las acciones desinteresadas, por eso creo que lo mejor es desaparecer con todo lo que hay en mi entorno y dejarle esta carta para ver si de una vez por todas logra entender que el mundo se gana con simplicidad y buena actitud, y que ahora después de esto el cambio es demasiado tarde. Aunque me llenaría de satisfacción si esto sirve para que aprenda ser feliz y convivir con el aire que respira.
Se que se dice mucho acerca del suicidio, y la cobardía que representa y bla, bla bla… también se que hay quienes dicen que no vale la pena fijar nuestra vida en otra persona, ni volverla dependiente, pero cuando se conoce el núcleo de la desesperación el autoestima y todo lo demás no le hace frente, la desesperación viene con el miedo, con el desengaño, con la frustración, con la impotencia.
Ante la desesperación no encuentro como pelear, ya ha destrozado todo lo que fui, llenó de minas las ilusiones que me llevaron a su lado. Llenó mis esperanzas con promesas que se olvidaron y desaparecieron apenas me le entregué sin más condiciones que vivir como lo habíamos dispuesto, pero no acabó conmigo y con todo lo que yo esperaba de ella, ya nada me importa, sólo soy confusión en mis delirios.
Me levantaré por fin de este banco, no a buscar el arma cargada de decepción de mi nochero, sino el tanque de gasolina que reposa detrás de la puerta de entrada a este oscuro y silencioso cuarto, con la cual espero incinerar mi corazón adolorido para que arda nuevamente ya que no volverá a arder de amor.

jueves, 26 de febrero de 2009

No se si alguna vez conté que hace tiempo le dije a varios de los que intentaban aprender de mi, que había que revaluarse así mismo. Traté de inculcarles la gran incógnita, traté de hacer que ellos entendieran que había que buscarle sentido a la existencia.

Hoy conocí el curiosos caso de un ser llamado Benjamín Button y sentí la vida en viceversa, los contrarios de la mano llevándolo a uno por el mundo. Y ¿qué hay de uno cuando sabe, o piensa, que ir en otra dirección no te une a nadie?

A mis pupilos les decía que había que preguntarse ¿Qué gracia les permitía estar vivos a ellos y a otros no? ¿Qué los hacía especiales para que no estuvieran muertos? ¿Qué ha hecho uno por el mundo para estar aquí y no un gran inventor, científico o lo que sea que aporte cosas más significativas a él?
Después de ver a Benjamín no entiendo la doble vida, o si es realmente importante que ambas se conjuguen, o de pronto no y cada una juega por su lado y uno simplemente lleva dos partidos al mismo tiempo sin darnos cuenta.

Preocuparme por las huellas o el nombre en el altar y vencer al tiempo a través del recuerdo; o tal vez vivir nuestra propia experiencia personal y aportar el conocimiento a mi alma para alimentar un gran proceso cósmico.

¿Qué razón hay en aportar al conocimiento a la civilización, al Mundo, físico, visible, racional y consciente cuando todo perecerá? ¿Cuál es nuestra intimidad con él? Si en algún momento se enfriará y el tiempo que sea le seguirá el sol (serán millones de años pero el tiempo pasa y es definitivo) ¿Y lo trabajado qué? Como todo lo racional, físico, visible y consciente desparecerá porque ese era su ciclo.

Es mi inconciente, mi parte irracional y mística, los sueños, pensamientos y sensaciones extra sensoriales, si esto se puede decir, lo que me lleva a creer en lo invisible y lo inmaterial, y es en lo único que le encuentro sentido al mundo, una pista de aprendizaje a donde se llega a encontrarse quien sabe con qué cosas, que te llevarán nadie sabe a que estado, supongo que para crecer de algún modo ¿Y después? Lo desconocido, pero eso no lo se, ahora estoy en el mundo y tengo la doble vida por delante y haciendo lo posible por jugar el mejor partido en las dos.

El equilibrio es el camino a lo integral,
desde él puedes mirar a los dos lados,
e inclinarte suavemente hacia ambos y volver al centro,
sabiéndote dueño de ti mismo,
y enriquecido por el placer de los balanceos.

domingo, 8 de febrero de 2009

Conté cada día vencido que no te vi, esperando que regresaras para calmar la ausencia de ti, puesto que no había momento en que no te pensara y que no se sintiera agobiado el corazón.

Cuando por fin volviste sólo fuiste un espejismo, ahora no se si realmente fue a ti lo que vi, o mis locos deseos te proyectaron y te escuché hablar ante la necesidad de verte. También siento que te abracé, pero todo fue tan fugaz que no pudo ser real.

Hoy ya no se si me haces falta, ya no se si te extraño, ya no se si aún te quiero como hace poco tiempo lo hice intensamente. Me acostumbré a que no estuvieras, a no verte, a los callos de mi corazón, a la aflicción de no tenerte.

Me acostumbré tanto a la ausencia de ti que creo que es mejor así, puesto que cada instante se me convirtió en una angustia que me atormentaba, cuya necesidad de verte la avivaba en cada momento y tengo derecho a no sufrir más, por lo que decidí arrancarte de mi corazón y acabar con esto que me consumía hasta la depresión.

Quisiera también decirte que hubiera podido ser un hombre muy feliz a tu lado y que hubiera hecho lo que no podía para hacerte muy feliz, pero la inconstancia mató con esas ganas, con el deseo que tenía de amarte hasta la muerte.

El otro día, después que volviste de tu largo viaje, la decepción que me causó el no poder verte y la necesidad de suplir en mí el hueco que habías dejado al partir, me sumió en una depresión que al poco tiempo califiqué de absurda, puesto que mi propia autoestima no me permite este tipo de sensaciones causada por cualquier agente externo y comencé a reprimirla y a tragarme el dolor, ahogándolo, dejándolo sin la posibilidad de ser escuchado y que tomara forma con mis palabras.

Me condené a mi mismo por llegar a ese estado, por esperar cosas no prometidas y tener esperanzas en la locura, por buscarte tantas veces para saciar mi necesidad de ti, de ver tu risa y el brillo de tus ojos al mirarme, mientras mi cabeza me atormentaba con tonadas de canciones que me hundían cada vez más en la melancolía.

“Yo te buscaba entre la nubes y me enfrentaba a tempestades y ahora no se si tú exististe o eres sólo un sueño que yo tuve…”[1]

Ya no puedo seguir detrás de ti, debo dejar de buscarte para asesinar mi amor, no debo permitir que el dolor del alma se somatice y me torture en el campo de lo físico, como ya me sucedió y sentí que estuve a punto de morir, puesto que el dolor físico aumenta los extremos de la desesperación, y después de pasar largas horas de la madrugada sintiendo pasar el dolor de mi alma a mis viseras, decidí ponerle un tajo a ese asunto que me llevaba por espinosos senderos que no conducían a nada, y me puse en la tarea de dejar de pensar en ti de arrancarte de mi interior violentamente, ya que no podía esperar a las acciones graduales necesitaba una solución rápida y certera por lo que preferí expulsar definitivamente de mi corazón eso que me hacía amarte.

Ahora lo que me atormenta es no poder decirte mi decisión, hacerte saber que mi corazón te expulsó de muchos rincones que ocupabas en él y que “ya no te busco en los azules, ni me enfrento a tempestades, ya no me importa si me quisiste porque en mis sueños yo te tuve…”[2] y se que “además hay gente que no consigues olvidar jamás, no importa el tiempo que eso dure”[3].

Desde que tomé la determinación me siento más tranquilo y desaparecieron las angustias. No te culpo por lo que me pasa, puesto que bien merecido lo tengo por arriesgarme a amarte sin ninguna seguridad, con la esperanza que alguna vez se concretara lo que tus ojos expresaban sin tu permiso, lo que comunicabas sin darte cuenta, en lo que estúpidamente basé mis esperanzas, y aunque fui feliz los contados momentos que pudimos compartir no soy de los que se llenan con migajas, pero sí de los que se ilusionan rápidamente aunque con la misma velocidad me decepciono.

Ahora sólo espero sanar mis desoladas heridas y que no vuelvan a arder cada vez que tu imagen, así sea en la ya acostumbrada ilusión, retorne a mis pensamientos o a mis ojos y que fragmentos de canciones dejen de invadir mi mente ansiada de tranquilidad.

“Y qué me importa tú cariño ahora, se hace tarde para amarte a ti. Y qué me importa si tú me adoras, si ya no hay razón para yo querer (…) si cuando yo te quise no supiste dar amor”[4]

Sólo me resta decirte que me toca afrontar la melancolía de la pérdida en mi corazón, acostumbrarme a no amarte, vivir con el espacio vacío que me deja no tener ya este sentimiento. Se despide de ti el hombre que te deja de amar, quien tiene ‘Todo de Cabeza’, pero no el amigo que ha compartido a tu lado.

[1] Alejandro Sanz. Canción: Eso. Álbum: No es lo mismo
[2] Ídem
[3] Ídem
[4] Robi Draco Rosa. Canción: Y qué me importa. Álbum: Frío.

domingo, 1 de febrero de 2009

El hombre se levanta de una silla tratando de ser los más racional y equilibrado posible.
Tratando de no perder los estribos se acerca a ella temblando débilmente por la rabia y le dice:

“¿Tú crees que eso es amor? Pues estás equivocada, tú concepto de amor no lo comparto. Amar no es dominar a la otra persona, ni pretender que es un juguete más que hará lo que tú digas.
“Te da rabia no poder controlar ni manejarme. Te “emputa” que yo siempre esté peleando por mi espacio y mis derechos, que sea yo mismo y no lo que tu pretendes.
“Cuando doy rienda suelta a mi espíritu te molesta y al parecer lo que quieres es que me convierta en un hombre amargado, como tú, conflictivo y de constante mal genio.
“Si así es que me amas, que dolor es darme cuenta que nunca has sabido amar. Por lo menos no con las ideas de amor que aprendí yo.
“Amar es libertad, respeto por los demás, por sus espacios y su propia individualidad. Se ama cuando se deja ser a alguien sin cohibirlo, cuando se piensa en el bienestar de la otra persona sin pensar en tu conveniencia personal… así por lo menos amo yo. Desinteresadamente.
“Nunca te he pedido nada a cambio, ni te lo he exigido. Con que me ames me ha bastado, con que sea importante para ti y me tengas en cuenta me es suficiente y aquello material que me has dado lo he apreciado porque viene de ti, más no porque sea representativo.
“De igual forma lo que ha salido de mi hacia ti ha sido por ese amor y no por comprar el tuyo. No me interesan las cosas que tienen precio, por lo que tampoco exijo nada a cambio de lo que doy.
Esto es amor, lo demás viene con el cuerpo.”

El hombre se da la vuelta y dándole la espalda a ella camina hacia la ventana que da a la pequeña calle colonial y pensando bien lo que va a decir, gira y la mira directamente a la cara.
Ella apretaba la boca con fuerza para contener la rabia, mientras respiraba profundo. Los hombros subían y bajaban constantemente y en sus ojos se podía adivinar lo que pasaba por su mente. Estaba buscando la forma de herirlo y dañarlo, de hacerle sentir el dolor que ella estaba sintiendo en ese momento, momentos ciegos de furia que la fulminaban bastante de seguido.
Él al verle el rostro un poco descompuesto cerró los ojos tratando de tomar coraje para culminar su intervención, y hablándole antes de terminar de abrirlos, continuó pausadamente.

“Si pensamos un poco la situación te darás cuenta que todo es una cadena de causa y efecto.
“Criticas que soy un témpano, que cada vez estoy más frío contigo. Que necesitas que te toque, que te bese y acaricie más seguido. Entiendo y comprendo que tus necesidades físicas sean más apremiantes que las mías, pero si no lo hago, no es porque no quiera, sencillamente no me nace tanto.
“Esto suena duro, pero me he preocupado por saber el por qué… y creo que es por las veces que lo he hecho inconcientemente y salgo hacia ti con el fuego interno del amor ardiendo en mi y únicamente me he tropezado con una reacción fría por parte tuya.
“Desde hace algún tiempo siempre que estoy al lado tuyo hay un motivo para discutir. Te enojas fácilmente y terminas en pelea. Estas situaciones me agobian. Rechazo la violencia y con ella todo lo que cauce agresión, por eso no soporto que siempre estés peleando… a la defensiva. Siempre haciendo advertencias y buscando la forma de sentir que pones un pie sobre mí.
“Es eso, lo que te dije ahora rato, querer controlar, tu egoísmo, el pensar siempre en ti, tu constante mal genio y amargura. Es eso lo que me enfría y me quita las ganas de ser dulce contigo. No puedo evitar no comunicar lo que siento y no puedo aparentar que todo está bien, y que te amo y todo se olvidó, cuando sabes que antes que lo pienses estas ante otra discusión o malestar por cosas que realmente no lo amerita.
“No puedo pretender que nada pasa cuando por dentro estoy molesto e inconforme porque tu amor ya no me representa tranquilidad”

Al decir eso salió del comedor por la puerta principal y se fue sin interesarse ya por lo que ella pudiera pensar al respecto de lo que acababa de suceder. Parecía un hombre dispuesto a hacerle frente a la vida sólo por encontrar traquílidad.